El Centro
Municipal Integrado de El Llano (c/ Río de Oro, 37- Gijón)
desarrollará el Martes, 28 de Abril del 2015, a las 19’30 horas, la sesión mensual del Foro Filosófico Popular “Pensando aquí y
ahora” para dar continuidad a su programación del Primer Semestre de 2015 abordando el
tema «La Filosofía ante el mercado de
la cultura aquí y ahora: ¿De qué hablamos cuando hablamos de propiedad
intelectual?»... La
sesión se
plantea como reflexión general y concreta sobre los efectos de las llamadas
nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC)
sobre las relaciones (de comunicación en sus múltiples modalidades) humanas y
la producción cultural... En los tiempos en los que la irrupción del correo electrónico (y otras formas de comunicación
inmediata en dispositivos móviles) 
casi anula la vieja comunicación epistolar, el crecimiento exponencial de los blogs hace languidecer las antiguas tertulias de café, la proliferación de
las wiki pone en quiebra las arcanas recopilaciones enciclopédicas del saber, o las revistas digitales van sustituyendo a
las revistas científicas tradicionales,
¿qué significa “producir cultura”?, ¿qué valor real tienen los tópicos comunes al respecto (inmediatez, interrelación, cooperación,
libertad, democratización del saber,…)?,¿cabe una suerte de teoría urgente (y provisional) de la
comunicación en “tiempos TIC” capaz de asumir y explicar la proliferación y
extensión (sociológica y psicológicamente avaladas) de nuevas y más dramáticas formas sociales de incomunicación personal
unidas a una concepción postmoderna
del discurso cultural como esencialmente fragmentario que reduce
cualquier intento de “acercarse a la realidad”
a la condición de mero relato, en pie
de igualdad con cualesquiera otros relatos (por ejemplo, la teoría del Big Bang, el Génesis
bíblico y la Teogonía de Hesíodo como relatos sobre el origen del Universo),
porque a fin de cuentas “¡todo vale!”
y el único criterio de mediada es la utilidad (personal o colectiva)?. ¿Cómo
afrontar, en suma, la paradoja de que “en la sociedad de la comunicación nadie
se comunica verdaderamente con nadie”?.
casi anula la vieja comunicación epistolar, el crecimiento exponencial de los blogs hace languidecer las antiguas tertulias de café, la proliferación de
las wiki pone en quiebra las arcanas recopilaciones enciclopédicas del saber, o las revistas digitales van sustituyendo a
las revistas científicas tradicionales,
¿qué significa “producir cultura”?, ¿qué valor real tienen los tópicos comunes al respecto (inmediatez, interrelación, cooperación,
libertad, democratización del saber,…)?,¿cabe una suerte de teoría urgente (y provisional) de la
comunicación en “tiempos TIC” capaz de asumir y explicar la proliferación y
extensión (sociológica y psicológicamente avaladas) de nuevas y más dramáticas formas sociales de incomunicación personal
unidas a una concepción postmoderna
del discurso cultural como esencialmente fragmentario que reduce
cualquier intento de “acercarse a la realidad”
a la condición de mero relato, en pie
de igualdad con cualesquiera otros relatos (por ejemplo, la teoría del Big Bang, el Génesis
bíblico y la Teogonía de Hesíodo como relatos sobre el origen del Universo),
porque a fin de cuentas “¡todo vale!”
y el único criterio de mediada es la utilidad (personal o colectiva)?. ¿Cómo
afrontar, en suma, la paradoja de que “en la sociedad de la comunicación nadie
se comunica verdaderamente con nadie”?.
Ahora bien, si de producción cultural hablamos los topamos enseguida con los derechos de autor que parecen
fundamentar su existencia en la necesidad de retribuir los actos de creación artística o científica… Ahora bien, esto deriva
varios problemas; precisamente relativos al propio concepto de cultura, ¿es posible la creación en sentido estricto, la producción
de algo absolutamente nuevo desde la nada?,.. Y es que, si la creación cultural aparece como un continuo sometido a infinitas influencias,
¿cómo “retribuir” esas participaciones en el acto creativo?... En suma, ¿cómo superar las paradojas a las que
nos lleva la mercantilización de la
cultura al convertir cada obra en un fetiche
con valor de cambio ajeno a los
propios valores culturales y artísticos (como
lo demuestra el hecho de que la reproducción en CD de cualquier cantante novel
recién salido de Operación Triunfo
puede tener valores de mercado superiores a las
grabaciones en idéntico soporte
de los clásicos más sublimes del romanticismo interpretados por las mejores
orquestas sinfónicas o las más eminentes representantes del blues)?. ¿No supone el propio concepto
de industria cultural una contradicción en los términos que se
fundamenta en la confusión entre creación
cultural (acto subjetivo que dependiendo de variables como el talento o el
genio remite necesariamente a lo personal o interpersonal, haciendo que
aparezcan precisamente fenómenos como el malditismo
como una “condena de la ruptura” en tanto no sea admitida por el mercado mediante un precio) y distribución de la
cultura (satisfacción de necesidades humanas universales que exigen una política pública capaz de ir más allá de
canales meramente mercantiles)?... De hecho, la irrupción de las
llamadas nuevas tecnologías de la
información y la comunicación (especialmente, con la posibilidad que Internet, como red, abre para hacer
patente el carácter colectivo de la construcción del conocimiento, incluido
el artístico; así como para compartir
diversos tipos de “productos culturales”), nos obliga a repensar, de algún
modo, el propio concepto de derechos de
autor (proveniente de una idea renacentista del genio artístico y
científico) y la regulación legal que se hace de los mismos (desde el Texto Refundido de la Ley de Propiedad Intelectual, aprobado por Real Decreto el 12 de Abril de 1996,
hasta la llamada “Ley Sinde”
articulada dentro de la Ley de Economía Sostenible, del copyright al copyleft, de las sociedades
de gestión de derechos de autor al canon
digital, y sus posteriores modificaciones en los distintos ámbitos
normativos nacionales y europeos, siempre al dictado de grupos de presión vinculados a intereses
mercantiles)… ¿Pueden, entonces, considerarse, aquí y ahora, los derechos de propiedad intelectual como fundamentales?, ¿cómo compatibilizar su
reconocimiento relativo con la evidencia de que la “creación cultural”, en sentido estricto y como acto individual, ni
existe ni puede existir?, ¿responden los controles
sociales sobre los derechos de autor a los intereses de los “creadores
culturales” o a los de la “industria cultural” (reproductora y difusora de “productos
culturales convertidos en fetiches”)?,
¿qué consecuencias tiene la existencia de “industrias culturales” sobre la
“creación cultural” (cultura de masas, de élite, general,…)?. Problemas que, en
definitiva, cuestionan severamente, aquí y ahora, el propio sentido de “la cultura”,
de su producción y distribución, en las sociedades desarrolladas actuales.
grabaciones en idéntico soporte
de los clásicos más sublimes del romanticismo interpretados por las mejores
orquestas sinfónicas o las más eminentes representantes del blues)?. ¿No supone el propio concepto
de industria cultural una contradicción en los términos que se
fundamenta en la confusión entre creación
cultural (acto subjetivo que dependiendo de variables como el talento o el
genio remite necesariamente a lo personal o interpersonal, haciendo que
aparezcan precisamente fenómenos como el malditismo
como una “condena de la ruptura” en tanto no sea admitida por el mercado mediante un precio) y distribución de la
cultura (satisfacción de necesidades humanas universales que exigen una política pública capaz de ir más allá de
canales meramente mercantiles)?... De hecho, la irrupción de las
llamadas nuevas tecnologías de la
información y la comunicación (especialmente, con la posibilidad que Internet, como red, abre para hacer
patente el carácter colectivo de la construcción del conocimiento, incluido
el artístico; así como para compartir
diversos tipos de “productos culturales”), nos obliga a repensar, de algún
modo, el propio concepto de derechos de
autor (proveniente de una idea renacentista del genio artístico y
científico) y la regulación legal que se hace de los mismos (desde el Texto Refundido de la Ley de Propiedad Intelectual, aprobado por Real Decreto el 12 de Abril de 1996,
hasta la llamada “Ley Sinde”
articulada dentro de la Ley de Economía Sostenible, del copyright al copyleft, de las sociedades
de gestión de derechos de autor al canon
digital, y sus posteriores modificaciones en los distintos ámbitos
normativos nacionales y europeos, siempre al dictado de grupos de presión vinculados a intereses
mercantiles)… ¿Pueden, entonces, considerarse, aquí y ahora, los derechos de propiedad intelectual como fundamentales?, ¿cómo compatibilizar su
reconocimiento relativo con la evidencia de que la “creación cultural”, en sentido estricto y como acto individual, ni
existe ni puede existir?, ¿responden los controles
sociales sobre los derechos de autor a los intereses de los “creadores
culturales” o a los de la “industria cultural” (reproductora y difusora de “productos
culturales convertidos en fetiches”)?,
¿qué consecuencias tiene la existencia de “industrias culturales” sobre la
“creación cultural” (cultura de masas, de élite, general,…)?. Problemas que, en
definitiva, cuestionan severamente, aquí y ahora, el propio sentido de “la cultura”,
de su producción y distribución, en las sociedades desarrolladas actuales.
Este planteamiento en sus marcos conceptuales
básicos y en su desarrollo problemático será presentado por el coordinador del
Foro Filosófico (José Ignacio Fernández del Castro),
que, como siempre, facilitará a las personas participantes documentación sobre
el tema abordado (incluyendo el guión de la sesión, recomendaciones
bibliográficas y cinematográficas, e informaciones de interés), en un dossier.
