domingo, 30 de septiembre de 2012

Pensamiento del Día, 30-9-2012



«Pertenezco a una familia de clase media. No obstante, a menudo he oído hablar a ciertos familiares de su rancia estirpe. Todo esto nunca me ha impresionado. Sé concretamente que ganar algún dinero cuesta lágrimas de humillación.»
 (Armando MÉNDEZ CARRASCO; Santiago de Chile, Chile, 1915 – Los Ángeles, Estados Unidos, 1983. Presentación de Chicoco, protagonista de Chicago Chico, 1962.)
Cada cual, persona o colectivo, cree conocer su origen y procura prestarle oídos a cuantas bocas están dispuestas a entroncarlo con prístinos linajes, mientras hace caso omiso a quienes pretenden enfangar el lustre de su genealogía.
Pasa como con Javier Nogueroles, Inspector Jefe y máximo responsable de la Unidad de Intervención Policial (los “populares antidistrurbios”), que seguramente preferirá tener en consideración a quienes han decidido concederle la medalla al mérito policial con distintivo rojo (¡qué paradoja!), desatendiendo las imágenes que pueblan la red dando muestra de excesos y desafueros que más bien señalan una servil y vergonzante obediencia a la estrategia del miedo y la criminalización de toda disidencia que los poderes económicos y sus testaferros políticos alientan y alimentan.
Pero en realidad, en último extremo, las buenas gentes, inmensa mayoría, para las que esta crisis es una estafa (que alimenta el negocio y regocijo de otros, unos pocos) no deben estar muy preocupadas por su abolengo... Ellas tienen bastante con intentar sobrevivir al oprobio globalizado intentando ganar algún dinero que, bien lo saben, siempre acaba por costarles lágrimas de humillación.
Nacho Fernández del Castro, 30 de Septiembre de 2012

sábado, 29 de septiembre de 2012

Pensamiento del Día, 29-9-2012



«El líder camina con paso de pato.
No es que sufra callo
ni estrecho el zapato,
es que así es su andar
y con él desfila el primero de mayo
y en las noches entra a su dulce hogar.
Al líder le sobra dinero; cuotas
y otras prestaciones del trabajador,
le brindan queridas, maricas, madrotas,
vicios de banquero, goces de hambreador.
La vida del líder es sólo un prurito
contumaz y terco de actos-de-adhesión:
de guiar su manada servil y obediente
y escuchar el grito:
”Gracias... gracias... gracias...
Señor Presidente”,
traseros en alto, en la procesión.»
(Renato LEDUC LÓPEZ; Tlalpan, Ciudad de México, México, 16 de noviembre de 1895- Cidudad de México, 
1 de octubre de 1986. “El Líder” en Catorce poemas burocráticos y un corrido reaccionario, 1962.)
Oímos muchas veces (escucharlo casi nunca es necesario ni conveniente) a intelectuales orgánicos, opinadores ortodoxos, tertulianos bien pensantes y otras voces de la reserva ideológica del sistema, clamar por un líder... Un líder, suelen decir, “capaz de aglutinar las voluntades y el esfuerzo de todos en un afán común, de hacer que todos nos mostremos dispuestos a remar en la misma dirección (la que él –raramente estas mentes prodigiosas admiten siquiera la posibilidad de que el impulso de tal logro pueda ser femenino- nos señale, se supone)”.
Pero, en fin, sabemos, porque la Historia y sus historias resultan muy clarificadoras al respecto, que los líderes, de tanto desfilar para recibir parabienes y honores merecidísimos, siempre acaban por adoptar un paso de pato entre otras degradaciones de la cadencia bípeda... Sabemos también que, más allá de su posible talante austero original, siempre acaban por recibir (y esparcir convenientemente entre quienes los ensalzan a corta distancia) parte de los plácemes públicos en forma de billetes de curso legal y lustrosos bienes... Sabemos que esos oropeles y prebendas salen irremediablemente de los lomos y sudores de los currantes, y que, con frecuencia, acaban sirviendo para satisfacer vicios poco confesables de la líbido, el dominio y la chequera... Sabemos que siempre acaban por sucumbir al gusto por los actos de adhesión inquebrantable...
Así que, ¿para qué demonios necesitamos líderes?... ¿Acaso las “inmensas mayorías” tenemos un gusto irreprimible por mostrar nuestros sumisos traseros en alto en cualquier procesión patriótica o exaltación gozosa de “personalidades irrepetibles”?... A ver si va a ser también una cosa genética.
Nacho Fernández del Castro, 29 de Septiembre de 2012

viernes, 28 de septiembre de 2012

Pensamiento del Día, 28-9-2012



«Oigo caer la lluvia
y es solo el agua que se precipita en la luz vacía del amanecer.
Toco la claridad del día que nace
y es solo la mañana y aquello que la mañana aún no ha vencido.
Miro tu piel, tus manos
y hallo solo la soledad más cruda de la tierra.
Huelo el aire difuso del otoño
y es solo la opresión, el peso de una atmósfera gastada.
Palpo los objetos, las ropas, los vidrios transpirados
y es nada más que la fatiga de la materia, la desolación del tiempo.
Todo todo ha sido arrasado para siempre
por la ciega porfía de este diluvio irreparable.»
(Alberto VANASCO; Buenos Aires, Argentina; 18 de enero de 1925 - 11 de mayo de 1993.  
“Muerte de la poesía” en Canto rodado, 1962.)
Estamos otra vez en tiempo de diluvio... Tiempo de aguas que caen sobre el amanecer confuso de otra era que se anuncia entre claridades precarias e inercias de la sombra; tiempo de relaciones humanas que sólo son encuentros efímeros de soledades dolientes en territorios hostiles; tiempo de otoño para “lo que hay” que esparce su largo estertor postrero como opresión globalizada; tiempo de objetos e instituciones comunes ajados, agotado su ser por la acumulación de horas de trágica pérdida del propio sentido... Tiempo, en fin, de terca desolación y aires viciados, en el que todo aparece arrasado: desmantelados los derechos, desreguladas las labores, marchitos los paisajes, miserabilizada la vida.
¿Estamos en disposición de tolerar sin lucha, sin resistencias, que las consecuencias de la ciega porfía de este diluvio lúgubre resulten irreparables?.
Nacho Fernández del Castro, 28 de Septiembre. de 2012

jueves, 27 de septiembre de 2012

Pensamiento del Día, 27-9-2012



«Puedo equivocarme, pero el muro contra muro, hoy en día, sirve de poco. En los tiempos de la Revolución industrial, destruir las máquinas no llevaba muy lejos: el problema era más bien imaginar un nuevo y civilizado mundo del trabajo, e intentar hacerlo realidad. Hoy la situación no parece muy distinta. Es intuyendo un nuevo mundo como se puede soportar el impacto con la globalización: limitarse a defender lo viejo, ¿a qué puede llevarnos?.
Por esto se me ocurre pensar que la idea de una globalización “limpia” tiene que pasar, necesariamente, a través de una especie de revolución cultural, que necesite que el mundo acepte pensar en el futuro, sin prejuicios, y esté dispuesto a dejar de defender un presente que ya no existe. No creo que, si existe una globalización “buena”, ésta puedan realizarla cerebros que destruyen McDonald’s o sólo ven pelí­culas francesas. Pienso en algo distinto. Pienso en gente convencida de que la globalización, tal y como nos la están vendiendo, no es un sueño equivocado: es un sueño pequeño. Quieto. Bloqueado. Es un sueño en gris, porque procede directamente del imaginario de ejecutivos y banqueros. En cierto sentido, se trataría de empezar a soñar ese sueño en lugar de ellos, y de hacerlo realidad. Es una cuestión de fantasía, de tenacidad y de rabia. Es tal vez la misión que nos aguarda.»
 (Alessandro BARICCO; Turín; 25 de enero de 1958. Next: Piccolo libro sulla globalizzazione e sul mondo che verrà –Next: Sobre la globalización y el mundo que viene -, 2001 -2002 para la versión castellana-.)
En un mundo en el que más de la mitad de las cien mayores economías (por Producto Interior Bruto) son corporaciones transnacionales y no países, el Estado-nación, ese invento de la modernidad concebido como unidad administrativa de la convivencia con poderes, entre otras cosas, para ejercer el monopolio de la violencia en su territorio, agoniza... Y, en su agonía, sólo acierta a ponerse al servicio de ese nuevo poder económico empresarial como un legitimador, traduciendo pseudopolíticamente (en forma de legislación ad hoc), mediante los viejos mecanismos formales parlamentarios, los intereses particulares de los consejos de administración corporativos, eso que tantas veces llamamos, nebulosamente, “mercados”.
De momento, la cosa tira, porque, mientras el Estado-nación se va extinguiendo, mucha gente puede mantener rinconcitos de poder y notoriedad social integrándose en la casta política para ejercer como testaferros de sus verdaderos representados, el poder económico transnacional, mientras ante el pueblo, sus votantes, realizan una simple representación de muy baja calidad artística en el Gran Teatro del Parlamento correspondiente y otras instituciones moribundas.
Así que resultan especialmente patéticas esa defensas airadas y patrióticas de esas instituciones inerciales y transformadas en una mera farsa al servicio del entretenimiento del pueblo para beneficio de los poderosos... Y resulta patético muy especialmente cuando sabemos que forma parte del propio espectáculo por venir de personas (intelectuales y otras flores de tertulia) a las que se debe suponer suficientemente enteradas de lo que pasa y a lo que se juega.
No tiene ningún sentido, pues, oponer grandes gestos ni rasgarse las vestiduras ante este ocaso del Estado-nación, pero dos de las cosas que aún le cabe hacer al pueblo son, por un lado, denunciar claramente esta teatralización de la política (con una tramoya y unos apuntadores, para colmo, cada vez más descaradamente visibles y ufanos) y, por otro, defender a ultranza las “gotas de bienestar público (salud, educación, pensiones, etc.)” que el capitalismo maduro hubo de ir salpicando en favor de la cohesión social y la disminución del conflicto.
Con respecto a la primera cuestión es totalmente digno de reconocimiento el demonizado aliento del 25 de Septiembre en su intento simbólico de rodear el Congreso... Con respecto a la segunda cuestión sigue siendo necesario apuntalar los sindicatos minoritarios que todavía ejercen su representación directamente en los centros de trabajo o la escuela y el sistema de salud público como única garantía de universalidad e igualdad de oportunidades.
Dos ejercicios en los que acumular la tenacidad y la rabia suficientes para poder desarrollar la fantasía y la imaginación racionalmente suficientes para alentar otro mundo posible, una globalización realmente humana en la que la desaparición de las fronteras signifique, ante todo, que las personas están siempre por encima y por delante del dinero.  
Nacho Fernández del Castro, 27 de Septiembre de 2012

miércoles, 26 de septiembre de 2012

Pensamiento del Día, 26-9-2012



«El otro día un caballero me estaba contando sobre un caso de providencia especial. Él lo conocía. Había sido partícipe de él. Hacía unos años, estaba por subir a un barco cuando resultó demorado. No fue, y el barco se perdió con todos los que estaban a bordo. '¡Sí!', dije yo, '¿Cree usted que la gente que se ahogó creía en la providencia?'.
Pensemos en el infinito egoísmo de tal doctrina. He aquí un hombre que se salva de subir a un barco de quinientos pasajeros y ellos se van al fondo del mar; padres, madres, niños, y amorosos esposos y esposas esperan en las costas. ¡He aquí un pobre diablo que no fue! Y él cree que dios, el Ser Infinito, interfirió en su pobre y reseca vida a su favor, y dejó que todos los demás murieran.
Esto es providencia. ¿Por qué la providencia permite todos los crímenes?. ¿Por qué son protegidos los golpeadores de mujeres, y por qué las esposas y niños quedan indefensos, si la mano de dios está sobre todos nosotros?. ¿Quién protege a los locos?. ¿Por qué la providencia permite la locura?. Pero la Iglesia no puede renunciar a la providencia. Si tal cosa no existe, no sirven las plegarias, ni la adoración, ni las iglesias, ni los sacerdotes.»
 (Coronel Robert Green INGERSOLL; Dresden, New York, Estados Unidos, 11 de agosto de 1833 – 
Dobbs Ferry, New York, 21 de julio de 1899. Orthodoxy, 1884.)
La providencia divina tiene demasiado buena prensa... Cuando el buen creyente cae en cualquier infortunio, “¡Dios proveerá!” le dicen y se dice para sí, y se queda tan tranquilo.
El problema es siempre la arbitrariedad... Porque, si el buen creyente (cualquier buen creyente) tiene la ventura de superar el mal trago, ¿por qué él sí y tantos otros, con fe similar o aún superior, no?.
¿Acaso sufrían menos los judíos más piadosos en los hornos crematorios de los nazis?, ¿fue menos dolorosa para los judíos y musulmanes del siglo XV la expulsión de España?, ¿el bestialismo del Obispo San Cirilo y sus acólitos, torturando hasta la muerte a Hypatía de Alejandría, fue castigado con calamidades sin cuento por la divina providencia?...
Y, claro, ¿qué dios sería el que reparte sus provisiones en forma de premios y castigos arbitrarios, más allá de las conductas mismas de quienes reciben la gracia o la pena?.
Así pasa con nuestros gobernantes, testaferros ufanos de los nuevos dioses, amos del mundo, reparten sus premios arbitrariamente (por ejemplo, en forma de ostentoso catering para toda persona que, por lo que sea, acompaña al Presidente en sus vuelos, o en forma de plaza de tertuliana en la televisión pública para la esposa de algún ministro), lo mismo que sus castigos (por ejemplo, lanzando pelotas de goma en la Estación de Atocha para controlar manifestaciones en torno al Congreso de la Carrera de San Jerónimo, o ejemplo, golpeando y vejando a cualquier periodista con una cámara que puede captar escenas inconvenientes)... Pero no, ahora lo veo claro: como no son dioses, sino intermediarios de la divinidad real (¿una especie de héroes clásicos, mezcla de dioses y humanos?), no se pueden permitir la arbitrariedad divina, y premian sistemáticamente las fidelidades inquebrantables, castigando de igual modo todo atisbo de humana disidencia.
Y, es que, claro, ¿qué puede saber la torpe ciudadanía de los asuntos de dioses y héroes?.
En cualquier caso, yo (escéptico y descreido que es uno) no me fío de la divina providencia ni de sus “héroicos intermediarios”.
Nacho Fernández del Castro, 26 de Septiembre de 2012

martes, 25 de septiembre de 2012

Pensamiento del Día, 25-9-2012



«El tirano debe revestirse con una apariencia de devoción extraordinaria a la religión. Los súbditos son menos aprehensivos ante un tratamiento ilegal proveniente de un gobernante a quien consideran piadoso y respetuoso de la divinidad. Al mismo tiempo, se rebelan menos fácilmente contra él, creyendo que tiene a los dioses de su lado.»
 
(ARITÓTELES; Estagira, 384 a.N.E. – Calcis, isla de Eubea, 322 a.N.E.. Política.)
El auxilio de una divinidad cualesquiera resulta muy conveniente para una ejercicio de la tiranía menos sometido a resistencias (siempre desagradables, oiga, porque, en el mejor de los casos, exigen un esfuerzo suplementario para domeñarlas y, con frecuencia, esa doma acaba en algunos tipos de manchas de lo más indecorosas y difíciles de quitar)...
Hoy en día, los pseudodemócratas de la casta política que ejercen la representación de los amos del mundo, aparentando defender los intereses de sus votantes, bien pueden tornar la Constitución en texto sagrado para ser usado a conveniencia. Ante las muestras de devoción constitucional todos nosotros, súbditos en tiempos del ocaso del Estado-nación, tendemos a mostrarnos más comprensivos con sus pequeñas tropelías, ilegalidades y desafueros... Ante sus fervorosas menciones de la Carta Magna, acabamos por creérnoslo y evitamos rebelarnos, caemos en la silente sumisión proque, al fin y al cabo, el nuevo libro sacro está de su lado.
Pero, ¿qué hacer cuando todo lo que hace esa casta política en funciones de gobierno (o sus alternativas en la oposición, pues comparten la servidumbre a los mismos amos) socava, precisamente, “la letra y el espíritu” de la propia Constitución, cuando la ciudadanía asiste, más o menos atónita, al desmantelamiento progresivo y acelerado de los derechos que allí se les reconocían?.
Evidentemente, tras la indignación inicial, sólo cabe cierta rebeldía (por muy mínima que sea)... Por eso duele especialmente (es decir, resulta especialmente sarcástico) que la Secretaria General del partido mayoritario diga que el intento de rodear simbólicamente el Congreso le recuerde viejas intentonas golpistas o que la Delegada del Gobierno en Madrid señale que no le extraña la presencia de grupos fascistas entre los participantes en la protesta porque, al fin y al cabo, “los extremos se juntan”...
¿Pueden mirar a sus colegas de partido y ejecutivo, conociendo sus familias, y hablar de entornos fascistas sin ponerse coloradas?, ¿pueden hablar de que los manifestantes tratan de secuestrar la “casa del pueblo” cuando, para defenderla, convocan a mil cuatrocientos policías con todo su aparato represivo?... ¿Quién tiene el monopolio de la fuerza y lo ejerce bestialmente (cada día salen imágenes más evidentes), más allá de cualquier prudencia racionalmente humana?.
Y sobre todo, ¿nunca se preguntan por qué, si son tan dignos “representantes del pueblo”, necesitan tantas porras y togas para defenderse de él tras los escaños que usurpan y mancillan, o en cualquiera de las muchas ceremonias de la apariencia que organizan con gran boato?... ¡Ah!, y que no hagan alarde de legitimidad porque en este país (como en tantos otros) hace mucho que la ciudadanía con derecho a voto y no representada (porque se abstiene, porque emite votos en blanco o nulos, porque vota a partidos que no alcanzan representación) es ampliamente mayoritaria... Su gobierno será, en el mejor de los casos, legal, según las normas que ellos mismos se han dado para perpetuarse.
Nacho Fernández del Castro, 25 de Septiembre de 2012

lunes, 24 de septiembre de 2012

Pensamiento del Día, 24-9-2012



«Los hombres se relacionan con la vida como lo harían si se les ofrece medio pollo en la cena:
a) Los materialistas: ya te lo terminarás y no hay más.
b) Los empíricos: quizás haya más pero, verás, todo es muy azaroso: el gallinero no es mío y quién es el dueño está fuera de mis premisas.
c) Los religiosos: por supuesto que la otra mitad está esperándote. Es más: la vida después de la muerte es un buffet con todo el pollo que puedas comer.»
 (Fabrizio MEJÍA MADRID; México DF, 1968. Final de Vida digital, 2012.)
La vida es un viejo problema... Pasamos por ella, alegres o tristes según nuestro talante y las situaciones que nos envuelven, exigiéndole siempre un poco más...
Por eso triunfan las religiones; porque son capaces de tranquilizar a la gente con el aplazamiento (irrefutable por incomprobable) de ese “poco más”.
Por eso tiene tan mala prensa el materialismo; porque, convencido de que “hay lo que hay”, no deja ningún resquicio a la esperanza en más allá alguno (ni tan siquiera en una oportuna multiplicación de los panes y los peces).
Pero, en realidad, la actitud más meliflua es la de quien, empirista, no dice ni sí ni no porque sus sentidos no han podido (nunca podrán) agotar las experiencias sensoriales de este mundo... Así que se conforma con un “parece (o no parece) improbable, pero ¿quién sabe?”... Por eso el agnosticismo es también tan melifluo: ¿cómo a alguien en sus cabales puede parecerle irrelevante que haya o no un más allá repleto de transcendentes y eternos premios y castigos?... El que los sentidos no lo puedan corroborar de modo alguno no quiere decir que esté más allá de “la lógica de este mundo”.
De hecho, queda más allá de la experiencia sensorial posible de cualquier ser humano el comprobar si en el universo todo hay o no unicornios azules (o de cualquier otro color, que tampoco es cuestión de ponerse exquisito con estos simpáticos bichejos)... Pero, ¿cuánta gente adulta (con la racionalidad bien desarrollada) admitiría la posibilidad de su existencia?.
Así que mejor nos dedicamos, aquí y ahora, a luchar por mejorar lo que hay.
Nacho Fernández del Castro, 24 de Septiembre de 2012